Hay dos tipos principales de resistencia a enfermedades:

  • Resistencia innata - Es la primera línea de defensa con la que nacemos. Incluye barreras físicas como la piel y membranas mucosas, así como células inmunes y proteínas que atacan a los patógenos.
  • Resistencia adquirida - Se desarrolla cuando el sistema inmune responde a una infección. El cuerpo genera anticuerpos para recordar patógenos específicos y puede iniciar una respuesta más rápida y fuerte si vuelve a encontrarse con ellos.

Algunos factores que aumentan la resistencia a enfermedades son:

  • Dieta balanceada con frutas, verduras y proteínas
  • Ejercicio regular
  • Sueño adecuado
  • Reducción del estrés
  • Vacunación
  • Suplementos (ej. vitamina C, zinc)

Por el contrario, los siguientes factores pueden reducir la resistencia:

  • Mala alimentación
  • Sedentarismo
  • Consumo excesivo de alcohol/tabaco
  • Trastornos de sueño
  • Estrés crónico
  • Uso de ciertos medicamentos

Una buena resistencia significa que el cuerpo puede superar una infección más rápidamente, con síntomas más leves. También reduce el riesgo de complicaciones graves.

Fortalecer el sistema inmunológico desde la infancia nos prepara para defendernos mejor ante los desafíos de la edad adulta. Como dice el refrán: "más vale prevenir que curar". Una buena prevención empieza con hábitos saludables desde pequeños.

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